La época floreciente del puerto y de las naranjas daba lugar a otra escena, un país y sus ríos interiores permitía los viajes familiares, y poder conectar capitales del país a través de barcos de pasajeros, a vapor muchos de ellos, la gente mayor sabe nombrar esas románticas embarcaciones, casi como si nombrara un amor.
Pero la definición del puerto que pasaba de lo mercantil histórico, a ser ese lugar pintoresco para el intercambio humano, en esta ciudad las terrazas hacia el río, lo hoteles como el «Petit» en plana zona portuaria, y que con el sonido de la campa de llegada de los barcos, corrían «valijeros», vendedores, familiares y curiosos a una verdadera fiesta colorida e histórica.
El añorado flotante, fue un muelle adicional para facilitar el acceso de pasajeros y el descenso al puerto en épocas den del registro del Paraná cambiante lo hacían imprescindible.
Como fue que esta imagen quedó tan marcada, sería fácil hablar solo de nostalgia, pero actualmente también se convirtió en lucha para recuperarlo, y entramos en debate, si era tal, si era su número, finalmente se han creado grupos para sensibilizar su regreso, camino al bicentenario, es un camino de búsqueda y de cerrar algunas deudas con nuestra historia, esta sin dudas es una.
